Cada día está más de moda tratar la profesión desde un punto de vista mercantilista, como un negocio o una empresa más, vaciando de esta forma a la misma de su propia alma y esencia. Esta es mi humilde opinión. Hoy, tambien como consecuencia de la competencia atroz que se vive en muchos sectores y también este al que nos dedicamos, se pasa de un extremo a otro y de esta forma tenemos abogados de cartel fácil, abogados de mercadillo y al otro grandes firmas que encierran en si algo como místico, oculto y ofrecen al potencial cliente unos servicios tan poco definidos que podríamos pensar en la magia como solución.
El ejercicio de la profesión tiene una base fundamental que no es otra que el individualismo y la absoluta independencia del profesional, hecho que choca a mi entender con lo que hoy se denominan grandes firmas, que se convierten de cara al observador en productos de marca. Firmas que venden eficiencia cuando el patio de juego esta para todos en el mismo lugar. Está de moda, la imagen y la proyección de imagen, pero al final no puede quedar otra cosa que la esencia, el tema es si la profesión de la abogacía como empresa puede garantizar la esencia de la profesión misma que está basada sobre todo y como un pilar fundamental, en la independencia del profesional. En España, y en el resto de Europa, nuestros Códigos Deontológicos hacen referencia a esta necesaria independencia que tiene una clara razón de ser. El ciudadano precisa del abogado para conocer el alcance la trascendencia de sus actos y, para ello, debe confesarle sus circunstancias más íntimas. El abogado se convierte así en custodio de la intimidad personal de su cliente y de su inalienable derecho a no declarar contra sí mismo.
Por ello, la independencia no es ningún privilegio del abogado porque cualquier interferencia de cualquiera de las partes del proceso -fiscales, magistrados, interesados, o políticos- afecta no sólo al abogado, sino al fin mismo al que servimos: el derecho fundamental a la defensa, que exige independencia.
Utilizo las palabras del compañero Ramón Mullerat que suscribo casi en su integridad:
“El siglo xx fue testigo del cambio del hombre moral por el económico y psicológico, la profesión jurídica no está exenta de esta tendencia. En 1990 se predijo (4) que los despachos crecerían de forma exponencial y que el crecimiento cambiaría el carácter de los mismos, retrocedería la formalidad, cedería la colegialidad, las nociones de servicio público e independencia quedarían marginadas y el crecimiento colisionaría con el principio de pasividad dignificada para conseguir clientes. Hoy en día la profesión jurídica sufre una crisis. Muchos abogados se encuentran en la disyuntiva entre ser profesionales y ser hombres de negocio y muchos sostienen que el abogado es un hombre de negocios más que vende sus servicios. Existe una creciente tendencia entre abogados a rendirse ante el mercantilismo actual. Desgraciadamente, para algunos abogados de hoy en día la acumulación de riqueza se ha convertido en el centro dominante de la vida profesional, restando poca energía para el servicio público y para el trabajo a favor de los necesitados.
La International Bar Association (iba) reconoció recientemente que el mercantilismo, en el sentido de poner énfasis desmesurado e inapropiado sobre los beneficios sin tomar en consideración los valores profesionales, está en contradicción con la misión del abogado y debería desalentarse. Declaró que los abogados debían prestar servicios de forma independiente, ética, eficiente y con elevada calidad, evitando el mercantilismo y manteniendo los valores profesionales.
……………En los grandes despachos, cada vez más cercanos a verdaderas empresas, los deberes éticos esenciales –independencia, desinterés, evitación de conflictos de interés– son más difíciles de observar que para los demás abogados.
En general, la independencia es más fácil de mantener por un abogado que ejerce de forma individual, que interviene en pequeños asuntos para un gran número de clientes que por otro que trabaja en una gran estructura para compañías multinacionales que proporcionan los honorarios necesarios para las inversiones que requieren los grandes despachos.
El secreto profesional es más difícil de respetar por un despacho multidisciplinar controlado por miembros de otras profesiones. Los conflictos de interés proliferan con el tamaño del despacho. El desinterés es también, generalmente, más fácil para un abogado que ejerce de forma individual que para el despacho multipersonal que defiende operaciones multimillonarias.
Algunos creen que los valores tradicionales de la profesión son anticuados o que, si bien son primordialmente aplicables a los abogados que intervienen en litigios, deben suavizarse para los despachos mercantilistas. La realidad es que la problemática derivada de los despachos multidisciplinares, las murallas chinas, los conflictos de interés, el pago de honorarios mediante acciones y otras cuestiones similares están afectando principalmente a los despachos mercantilistas.
Ello podría llevar a la división de la profesión (10), a la división entre abogados mercantilistas y de foro mercantilistas, entre abogados que trabajan en grandes estructuras y los que trabajan de forma individual, etc. Ello no puede ser así. La profesión debe permanecer unida. Ambos sectores de la profesión son complementarios y cada uno necesita del otro.
El abogado que ejerce individualmente necesita la aportación que los abogados de los grandes despachos efectúan en cuanto a las formas innovadoras de tecnología y el apoyo que prestan a la profesión con su influencia y contactos. Por su parte, los grandes despachos necesitan a los abogados que ejercen de forma individual para mantener la esencia de la profesión, para realzar sus valores y participar en la defensa de los derechos humanos. Los grupos separados que resultarían de una división de la profesión se resentirían considerablemente en su aislamiento.
Los abogados del siglo xxi deben adoptar una actitud proactiva para forjar el futuro de la profesión. La globalización ofrece muchas oportunidades para servir mejor a los clientes y a la sociedad; pero también crea serios retos para los valores de la profesión.
Una mesa redonda de la acca (American Corporate Counsel Association) sobre Cómo obtienen las empresas los servicios jurídicos en la nueva economía, trató sobre las asociaciones de despachos a nivel mundial, los despachos multidisciplinares y los métodos a través de los cuales las empresas seleccionan a sus abogados. El debate confirmó mi convicción de que los clientes buscan primordialmente abogados competentes, dignos y profesionales y que el nombre, el tamaño y otras consideraciones tienen una significación menor.
Se dice que los despachos de abogados son puras empresas. Estoy en desacuerdo. El mundo del siglo xxi necesita abogados competentes y profesionales más que nunca.”
Ramón Mullerat