Entre las contribuciones fundamentales de Roma a la cultura occidental, la retórica ocupa un lugar destacadísimo, hasta el punto de que, como dice E. R. Curtius (1955: 99), «a lo largo de nueve siglos, la retórica configuró, de muy variadas maneras, la vida espiritual de griegos y romanos» y su preeminencia posterior en la educación «contribuyó a determinar, mucho más allá de la Edad Media, la expresión artística de Occidente» (1955: 121). Y entre los tratados antiguos de retórica que conservamos, el que nos presenta una visión más amplia y detallada y, a la vez, personalísima y sumamente influyente de esa polifacética disciplina es la Institutio oratoria de Marco Fabio Quintiliano.
La retórica es algo que, se defina como se defina, goza hoy en día de una indudable salud en el ámbito de las ciencias humanas. Una de las razones, y también de las consecuencias, de este restablecimiento científico de la retórica es la ampliación de su radio de acción mucho más allá de la mera estilística o del análisis de las figuras -prácticas académicas con las que se solía identificar la retórica hasta la construcción de una moderna ciencia general del discurso basada en las categorías antiguas (García Berrio, 1984; Albaladejo, 1989: 11-21; Arduini, 1991
De la retórica latina se pueden extraer varias conclusiones. En primer lugar, que la retorica recepta es, fundamentalmente, la retórica latina (Weische, 1978: 147), que encuentra la máxima expresión de su codificación en la Institutio de Quintiliano. O al revés: la retórica latina es la rhetorica recepta, porque supuso el primer traslado a otra cultura de las categorías de la retórica griega, sentando así un precedente muy fructífero. En efecto, la aportación romana a la historia de la retórica no es, ciertamente, fundamental en lo doctrinal, ya que prácticamente todos sus desarrollos tienen su precedente griego (ver a este respecto Douglas, 1973: 131 y Kirby, 1997: 14), pero al hacer de la retórica parte fundamental del sistema educativo la civilización romana aseguró la pervivencia, con altibajos pero ininterrumpida, del sistema retórico. Además, los esfuerzos anti istemáticos de Cicerón o Quintiliano, o la perspectiva ética de este último sirvieron como base de un ideal humano que, aun cuestionado desde las perspectivas más diversas, conserva su vigencia: el de la humanitas, la paideia, el del valor liberador y social de la cultura. Y es que, como bien dice Eugenio Garin (1982: 237), «la retórica (…) no apunta a algo distinto de la filosofía, sino a otra filosofía, humana y mundana, una nueva sabiduría», que, en palabras de Perelman (1989) sería una filosofía retórica, «enfrentada a todos los dogmatismos y absolutismos, dirigida a los hombres de buena voluntad para que, con sus acciones, transformen la sociedad». Y no es otro el ideal, de indudable aplicabilidad hoy en día, que el calagurritano Marco Fabio Quintiliano intentó trazar en su Institutio oratoria.
Citas completas de:
Emilio del Río Sanz
Profesor Titular de Filología Latina de la Universidad de La Rioja
Jorge Fernández López
Profesor de Filología Latina de la Universidad de La Rioja