Se ha hablado siempre de ciertas profesiones como puramente vocacionales y la profesión de abogado es el paradigma de estas. Muchos la consideran fundamental para el ejercicio. Aunque esto lo podríamos poner en relación con el anterior post relativo a la deriva mercantilista de la profesión, que entiendo muchas veces es incompatible con la esencia de la abogacía, por el evidente conflicto entre la vocación de abogado y el hombre de negocios, y en mi humilde opinión no es compatible una vocación con la otra. ¿Qué es la vocación? Sin duda, eso que se llama vocación es algo intimo y personal, absolutamente subjetivo, algunas veces incluso con un carácter sobrenatural, y se convierte en un autentico misterio. Quizás la vocación este directamente relacionada con la pasión que se pone en las cosas, el interés y el disfrute en el hacer, quizás sea aquello que nos place hacer y con lo que nos sentimos realizados.

Juan Manuel de Prada, nos dice: «la vocación no sólo es una llamada que, como una varita mágica, desciende sobre nosotros, sino que es también una senda trabajosa, es una senda de arduo recorrido, es una senda en la que a veces los descubrimientos, las decepciones, en definitiva todo lo que conforma la elección de lo que va a ser nuestra vida, viene determinada por nuestros desvelos, por nuestro esfuerzo. Sin ese esfuerzo, creo que la llamada de la vocación cae en terreno estéril, en ese terreno yermo en el que no prende»

O de Gregorio Marañón la siguiente cita: «su capacidad creadora es infinita, y todo ese proceso, prolijo y menudo, penosísimo, de la preparación para la ciencia y para la profesión científica, se abrevia y facilita bajo el signo de la vocación como por arte de encantamiento. Y esto es la vocación, encanto o encantamiento, que hace luz de la oscuridad y ligereza del esfuerzo»

En el afanoso trabajo de la abogacía, donde no existen horas, donde se vive de la victoria y la derrota, donde el tiempo tiene termino exacto diariamente, donde se muere cada día con los plazos, donde esa espera de la justicia sobrepasa incluso la desazón de Hamlet, la vocación es algo que se obtiene de forma permanente en el abogado con esencia. La profesión es esa chica preciosa de la que estamos enamorados y por la que luchamos, esa que nos da disgustos y que otras muchas veces, la mayoría, nos hace sentir y apasionarnos.

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